Hay una azotea a la que quiero subir para huir de los ojos de siempre,
que me hacen el daño de siempre,
y miran como nunca.
Como la primera vez, con sensación de última, he vuelto a pronunciar tu nombre en alto mientras me observo en el espejo,
y mis miedos lo revientan
haciéndolo estallar en mil cristales que me arañan las mejillas y se me incrustan sin sangrar.
Pero soy feliz.
Hay siete calles sin nombre por las que ya no puedo caminar sin oír tu voz,
y ya no lo intento disimular.
Mentirosa como la que más,
y a pesar de que siempre pensaste que era cruel soy yo la que ahora rompe en gritos.
Por tu culpa.
No volveré a coger el ascensor si luego siempre estará mi peor versión esperando arriba para empujarme por las escaleras,
y matarme de nuevo.
Y no haces nada.
Y no quiero nada.
Nada de todo
y en contra de mis ganas.

Comentarios

Entradas populares