El chico de la bici es como esa poesía de ti y de mi
que no tiene nada de sentido,
pero llega a casa y se quita el barro de las botas.
Desde que me convertí en lolita y me pongo faldas vintage,
me paseo por los portales de la ausencia y les enseño las bragas a los que no quieren mirar
y a los ciegos de amor.
Mala y rota.
En contra de mi voluntad y favor a de las mareas
sigo siendo tan tuya como el primer penúltimo día que te vi sonreír.
Que cárcel más preciosa me he creado entre cojines,
de la que no puedo salir si no es para volver a volver a buscarte.
Cómprame un gato,
le llamaré Caleb,
y a él si que le haré prometer que volverá a casa si decide que se va...
Putas promesas de palabras, de jóven alegre de ojos avellana, de tiempo indefinido, de piernas entrecruzadas, de verano.
Putas asecas, quimeras. ¿Por qué te dejaste robar tan fácil?
Mi deseo no cumplido,
enciendo velas y las soplo con lágrimas en los ojos,
me trago los dientes de león sin mirar y
le arranco la cuarta hoja al trébol.
Mi suerte hizo las maletas un día y se fue, cerró la puerta,
no me dijo adiós.

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