Me he dejado la purpurina puesta,
y empecé a contarte lo mucho
que me recuerdas a los dos niños
del parque
que saltaban a la comba
y pisaban las canicas en un intento inútil por romperlas en pedazos.
"Esa nube tiene forma de estrella" decía uno de ellos.
"Quizá es una estrella de verdad y no una nube." Dijo el otro
"No seas tonto, las estrellas solo brillan de noche." Contestó
¿Y quién les va a quitar la razón?
¿Y quién te la iba a quitar a ti?
Si cuando cierro los ojos me sigues mirando,
y cuando los abro ya no estás.

Íbamos a marcarnos juntos, ¿recuerdas?
Un "por ti",
tu en el antebrazo y yo debajo del pecho,
en aquel local de mala muerte
cerca del parque de niños y canicas
en el que he cogido la costumbre de sentarme
a esperarte
a esperarme,
y a rendirme cada vez con menos ganas.
"En obras" puedes leer ahora a tinta negra debajo de mis clavículas,
en dónde supuestamente está
ese corazón que parece partirse
pero solo duele.
No he vuelto a destellar desde entonces,
ojala a esos niños se les ocurra alguna vez volver a inventarme.
Y que no vuelva a necesitar la purpurina.

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