Abro los ojos cuando el sol aún no ha salido,
decidiendo que es el momento para salir con prisa.
Que la luz no puede delatarme,
y tú no puedes acusarme si no recuerdas mi rostro.
De entre todas las excusas
pruebo con la del silencio,
e intento no despertarte.
Sin embargo te remueves entre las sábanas,
alerta a mi suspiro nada más rozar el suelo con la punta de los pies
y darme cuenta demasiado tarde de la dificultad de alejarme.
"Prométeme que volverás,
¿Sabes volver?"
Te miro.
Todo el mundo recuerda el camino a casa,
pero nadie quiere jamás volver a pisarlo cuando lo abandona.
"Sí".

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