Dejó de buscar entre los trozos de lo que aún confiaba entero.
Dejó de actuar en la película de aquel que rompía los guiones con los dientes.
Dejó de hacerse las trenzas de flores para que el pelo le tapase la cara con cosquillas.
Dejó de mirar llover y se lanzó a las calles para calar por fuera lo que por dentro ya chorreaba,
y nunca llegaba a secar.
Prometió una vez que la inocencia sería para siempre, antes de haber llorado las tres primeras lágrimas por alguien impronunciable y darse de boca contra el cielo que tanto le costó mirar de cara.
"Que no me pueden."
"Que yo no lloro."
Si se escuchase ahora gritaría de risa y te repetiría lo de no escupir para arriba bajo efectos de la gravedad
(o la tristeza).
"Que me han roto."
"Que yo no sonrío."

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