Detrás de los barrotes me ha contado Ángel que te ha visto con los nudillos ensangrentados de nuevo, y que te escuchó decir mi nombre a grito en voz de baja calidad. He pensado entonces que voy a darte el permiso para partirme el pecho en cuatro y no en dos. Que puedas esconder los pedazos debajo de la almohada donde aún puedan darte calor y susurrarte que tienes la culpa mientras duermes.
Ángel te ha visto pegando al infierno tantas veces como yo, cada vez que el cielo se te nubla de hielo y buscas el calor desesperadamente como agua en el desierto de un olvido cualquiera.
¿A qué le tienes miedo? ¿Qué odias?
Sabes que no voy a volver a pisar por donde tú respiras, ni a dejar que se posen tus mierda de ojos sobre mi.
Joder, ya estoy temblando.
Parece que otra vez no aprendo de los errores, ellos lo hacen de mi.
Ángel te ha llamado demonio en verso al contarme todo esta tarde...
ojala no tengas miedo, ojala odies queriendo a alguien tanto como a mi.
Lávate las manos, cariño. Cuídate.

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