Me he adjudicado una muerte segura el día que vuelva a respirar el mar como cuando tenía al indeseable entre los dedos,
y resbalaba como arena que nunca ha tocado espuma. Si las paredes de aquel apartamento callasen aún podría escucharnos reír,
sudar en voz alta,
tocarnos al compás de cristales rotos y vasos manchados de salmorejo.
Si las paredes dejasen de ser paredes y todos nuestros (mis) recuerdos volasen, tomarían de nuevo la dirección equivocada. Pegados a tu nuca te chivarían que sí,
que me acuerdo cuando medio lloro de ti.
Tengo el calor pegajoso que hacía tres agostos y doce noviembres no sentía.
Me quito la ropa pero aún se me pega la piel
y la mayoría de las veces esta también me sobra,
porque no me la ventilas ni me abres la ventana para que duerma bien.
Hay pesadillas desde entonces donde yo misma me digo a mi misma que:
Hoy es un verano 'eterno' y estás sola.

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