En poco menos de un año terminaré el instituto,
(Hace siglos que no te veo)
y parece mentira que vaya a salir más crucificada que monja,
aunque se que te alegrarías.
Todavía me acuerdo de la niña que aprendió a ser mayor,
la que viste crecer alimentada por el enfado de tenerlo todo
y no querer absolutamente nada.
Todavía me acuerdo de ti.
Los ojos del color que menos me gusta,
y las manos más ásperas que he tocado en mi vida.
Siempre te dije que te parecías a tu madre.
Parecerte a una mujer es lo más bonito que te puede pasar en la vida,
que un hombre se parezca a una mujer es lo más inteligente que puede hacer en su vida.
Yo sé que siempre pensaste igual que yo,
a pesar de que nunca lo parecía.
Yo sé que lo que menos te gustaba,
en el fondo,
hubieses matado por no dejar de sentirlo.
Se que no tiene ningún sentido que todavía hable contigo
cuando ya no estás,
o te escriba cuando ya ni siquiera guardo tu número.
Pero diez cosas al borde de un vaso lleno de miedo
se quedaron sin decir,
y no estamos listos para dejarlo ir
(posiblemente nunca lo estemos).
Te echo de menos.
Oírte hablar,
verte apagar las velas del salón,
ducharte con la puerta abierta,
gritar cuando yo estaba durmiendo,
reírte si yo me enfadaba.
Hacerme daño una
y otra
y otra vez,
sin intención, con ella, aposta, sin querer.
Daba igual.
Echo de menos la sangre.
El saber qué me duele,
cuándo me duele
y que me guste que me duela.
Pero ha pasado el tiempo
y ya no somos quienes éramos.
Quiero, de todas formas,
que no me dejes parar,
que tires de mi para que corra,
que me obligues a seguirte.
Que me den ganas de huir...
Contigo.

Comentarios

Entradas populares