Parece que cada vez que arranco el pestillo,
se muere la niña que me araña el pecho.
Y que dicen por ahí
que los puños de mi jersey de cuello vuelto aún huelen a ti.
Probablemente vuelvo a estar equivocada,
se me olvida lavar la puta taza del café,
e ignoro el hecho de que no he vuelto a mirar fijamente a los ojos de nadie.
No pienso suplicarle a esas caras de pena
por una segunda oportunidad
que vaya supuestamente a barrer las cenizas.
Si te tuviese aquí te seguiría odiando,
por supuesto que sí,
odiándote con todo el amor que me cabe en la yema de los dedos y me corre por la venas.
A veces me pregunto por qué,
y la mayoría de la veces lo tengo claro.
Sí.
Es más fácil odiar aquello que quieres,
a la desesperanza de saber que estás esperando lo que no va a a llegar.

Tenme en cuenta cuando te rompan por primera vez,
quizá lo entiendas.

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