Apuesto a que puedo escribirte lo que nunca ha sabido decirte nadie y desvelarte de ti mismo cosas que no crees que sean verdad.
Como que se te hace un nudo en la garganta cuando pronuncias mi nombre después de dos vasos vacíos sin medio llenar, y que tu sonrisa da vueltas mareada y tus ojos enfocan solo aquello que adoras de mi. Pronuncias palabras con el mayor de los significados y sin el menor sentido u orden coherente, pero la verdad está siendo dicha y lo que sientes deja de ser un mero mundo que escondes de piel hacia dentro. Nunca supiste decirme lo mucho que yo signifiqué para ti, salvo cuando te achispabas con copas de estrellas y fuegos artificiales. "Cuánto te quiere" decían tus amigos, y la verdad es que no se equivocaban pero tampoco acertaban del todo o con mucha precisión. Querer era una palabra de simpleza insultante que ellos utilizaban para tratar de describir ese sin-nombre de tragicomedia que levantó el telón por primera vez el día que me quedé sin velas que encender para aromar el salón.
Tu y yo a veces parecíamos un chiste, una tragedia casi siempre catastrófica, un drama que inundaba las pupilas y revolvía el estómago, una continua discusión y de vez en cuando felices y borrachos, adictos el uno al otro.
Sí... "Querer(nos)" se nos quedaba corto. Una sola vida nos era corta y la odiábamos tanto que nos dedicábamos a maltratarla y llenarla de excesos, presionandola hasta el límite, desafiando aquello que no podíamos vencer.
Nuestro final será doloroso, y pagaremos en puñaladas cada carcajada y corte de manga que le hemos hecho al mundo, pero me merecerá la pena. Todo lo que me quitas y me has quitado por un lado, me lo estás devolviendo con creces por otro.
Será un placer morir a tu lado.

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